Si tan solo una caricia
de tus ojos consiguiera,
precio digno de tal gloria
la vida me pareciera.
Si con mortal puñalada
tu rencor me hiriese un día,
por padecer de tu mano
contento sucumbiría.
Pero lo que de seguro
va a darme muerte angustiada
es que para mí no seas
caricia ni puñalada.
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